Fotos: Flavia de la Fuente

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lunes, 15 de junio de 2020

Ludwig van Beethoven (Ep. 4)



Programa nro. 430 (9/V/2020)

Celebramos los 250 años del nacimiento de Beethoven con una serie de episodios dedicados a recorrer su vida, desde su infancia hasta...veremos dónde.

Queridos oyentes de Juegos de Cartas,
Quienes nos escuchan conocen mis vicios de viajera.
Como no podía ser de otro modo, la pandemia me sorprendió lejos de casa y para colmo en uno de los sitios más afectados del planeta: Madrid.
Por el cierre de fronteras actual, será difícil que, al menos hasta la primavera, vuelva al estudio de la Clásica Nacional para compartir este momento con Laura y todos ustedes.
Pero cuestiones más importantes que mi regreso se han postergado en este tiempo. Por ir rápidamente al punto que nos interesa, este año teníamos programada la celebración por los 250 años del nacimiento de Beethoven, una fiesta que nos hubiera sumergido en un océano de lugares comunes sobre su vida y su obra.
El Romanticismo nos legó el perfil de un Beethoven disonante con su entorno, de enamoramientos jamás correspondidos, y aislado del mundo por su sordera. Las biografías escolares nos hablaban del músico con inigualable talento rítmico, pero sin condiciones para la melodía.
Alcanza con escuchar su música para desandar algunos de estos lugares comunes. ¿Alguien podría dudar del don melódico de quien terminó de darle forma a la Oda a la Alegría, hoy himno de la Unión Europea?
Estos Juegos de Cartas están sirviendo para matizar muchos aspectos de la personalidad del genio. Pero les cuento que --por despuntar el vicio de la argumentación-- los musicólogos ya ponen en tela de juicio hasta la sordera de nuestro héroe. Según están dispuestos a probar –sería interesante saber de qué maneras-- el sordo más famoso habría escuchado sonar incluso su última sinfonía.
Según leí, Alemania pensaba invertir unos 27 millones de euros en el festejo.
Tendremos que esperar al 2027, cuando se cumplirán 200 años del fallecimiento, para rendirle los honores que merece porque, si algo ordena las actividades humanas es el respeto al sistema decimal a la hora de las efemérides.
Llegaremos al 2027 mejor informados gracias a todo lo que Laura nos revela con cada una de las cartas que elige. Espero también que lleguemos con algunos ahorros para poder pasear juntos por Bonn y Viena, visitar los lugares que lo inspiraron, las salas donde tocó. Pero en cualquier caso, hoy, mañana y siempre podremos brindar por el ideal de libertad que este músico encarna como casi ningún otro.
Sandra




Mergentheim, 20 de octubre 1791
Oí entonces a uno de los más grandes pianistas, el querido von Bethofen (sic).
No se le había oído en concierto publico…sin embargo, lo que me fue infinitamente más agradable: le oí improvisar.
Se puede, en mi opinión, juzgar con certeza el virtuosismo de este hombre,
querido y delicado, por la riqueza casi inagotable de sus ideas, por la forma tan original de matizar su interpretación
y por la perfección con la que toca.
No sabría decir lo que puede faltarle para ser un gran artista. He oído a al gran virtuoso Vogler
y he admirado siempre su extraordinaria perfección, pero Bethovfen es, independientemente de la perfección,
más elocuente, más importante, más expresivo, breve, más puro de corazón; tan buen ejecutante en el adagio como en el allegro.
Todos los excelentes músicos de esta capilla le admiran y son todo oídos cuando él toca.
Además, es modesto, sin ninguna pretensión.
Su interpretación es tan diferente de la forma habitual de tocar el piano
que parece que haya querido trazarse un camino sólo para él, para llegar al grado de perfección que ha alcanzado hoy.
Carl Ludwig Junker, capellán de Kirchberg




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