Fotos: Flavia de la Fuente

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martes, 25 de agosto de 2020

Ludwig van Beethoven (Ep. 8)


Programa 434 (6/VI/2020)

Viena, 1798 
 Cuando éramos todavía jóvenes (yo, que no era más que un simple agregado de embajada, y Beethoven que sólo era célebre como pianista y todavía poco conocido como compositor), nos encontramos en la casa del príncipe Lobkowitz. Un señor que tenía fama de gran entendido tuvo con Beethoven una conversación sobre la situación social y las fantasías de los poetas. “Lo que me gustaría –dijo Beethoven- es no tener que regatear con os editores, querría encontrar un que me asegurase una renta vitalicia determinada mediante el derecho a publicar todo lo que yo compusiera, y no me haría rogar para componer. Creo que Goethe lo ha hecho así con Cotta y, si no me equivoco, el editor de Haendel ha hecho lo mismo en Londres”. “Pero, querido joven –replicaba el señor con tono apremiante--, no debe lamentarse, usted no es ni Goethe ni Haendel, ni es probable que llegue a serlo; como tales maestros no volveremos a ver jamás”. Beethoven se mordió los labios y se calló. En ese momento intervino Lobkowitz, que le observaba: “Mi querido Beethoven –le dijo-, el señor no tenía intención de ofenderlo. La mayoría de los hombres son de la opinión de que la generación presente no es capaz de producir talentos tan poderosos como los del pasado, que ya han conquistado la Loria”. Beethoven replicó: “Es lamentable, excelentica, pero con hombres que no tienen ni fe ni estima por mí, porque no soy aun universalmente famoso, no puedo tener ninguna relación” 
(Recuerdos de Griesinger, diplomático sajón en Viena,transcriptos por Seyfried) 


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